viernes, 25 de agosto de 2017

SUEÑO NEGRO

Liliana había estudiado toda su vida para ver cumplido su gran sueño: ser traductora en simultáneo para eventos de talla mundial. Luego de varios años de esfuerzo y sacrificio finalmente lo había logrado, y se sentía complacida. A sus veintiocho años ya había trabajado como traductora en las cumbres de Naciones Unidas y también había prestado sus servicios para importantes convenciones económicas cuyos temas, para ser sinceros, no le despertaban mucho interés. Desde la universidad su manejo del castellano, el inglés, el francés y el portugués había sido envidiable y la habían hecho merecedora de becas durante la mayor parte de su formación académica.

Pero no lo había logrado sola. Por fortuna pera ella, contaba con el apoyo de un maravilloso hombre, Ricardo, quien se mantenía atento y fiel a pesar de su ajetreada vida como traductora. Para la cumbre de Líderes Económicos, Liliana y Ricardo cumplían diez años de relación. A pesar de no haberse casado, vivían juntos y compartían todo cual si de un feliz matrimonio se tratase. Liliana moría por estar con Ricardo en esta fecha tan importante para ambos, pero como es de esperar, sus responsabilidades diplomáticas le impedían estar presente.

Unas horas antes de la reunión de apertura de la cumbre, Liliana y Ricardo tuvieron una videollamada donde re afirmaron los sentimientos de amor, compromiso y responsabilidad que desde la Universidad los había mantenido juntos. Prometieron verse lo más pronto posible, y embriagada de una incontenible felicidad, Liliana empezó su turno con la diligencia característica que la había hecho merecedora de tal puesto. La primera sesión de la jornada fue larga y fatigosa, pero Liliana la sorteó con hábiles perífrasis. Después de seis horas de sesión, llegó el intervalo.  

Para el receso, Liliana se disponía a llamar a Ricardo y contarle cómo iban las cosas. Pero al tomar su celular, la joven se percató de algunos mensajes nuevos provenientes de un número desconocido. Extrañada los abrió y luego de un momento, cayó como desvanecida en los sofás que estaban dispuestos para el receso. En el mensaje aparecían adjuntas varias fotografías de Ricardo siendo sacado de su apartamento por varios encapuchados. En un principio Liliana pensó que era una broma de mal gusto, y llamó a Ricardo para exigirle una explicación. Sin embargo Ricardo nunca contestó. Al parecer el teléfono estaba apagado. 

Confundida y asustada, Liliana se dirigió al baño para tomar agua, tranquilizarse y reforzar la idea de la broma mediante la repetición compulsiva. Pero al entrar al baño la situación empeoró. A su celular no llegaron ya imágenes de su esposo siendo secuestrado, sino que ahora era un video en el que aparecía Ricardo con los ojos vendados, atado contra una silla y siendo golpeado violentamente por varios encapuchados.

La joven traductora quedó en shock. Era completamente imposible que justo ahora estuvieran secuestrando a Ricardo y que, para colmo de males, se lo compartieran en vivo y en directo. Durante un momento sintió como todo su mundo se derribaba. Aterrada intentó a llamar a la policía, pero en ese instante los altoparlantes anunciaron que todos los funcionarios y traductores debían regresar de inmediato al auditorio para dar continuación con la cumbre y discutir el futuro del modelo económico, sus retos y proyecciones.

En el trayecto hacia la sala de traducción, mientras todo el mundo parloteaba y corría para regresar a sus asientos, Liliana recibió un último mensaje: Si quiere volver a ver a Ricardo con vida debe hacer lo correcto ahora mismo: acabe con los hipócritas. Abrumada, Liliana caminó por los pasillos y vio como los empresarios, políticos y ministros conversaban sonrientes, vistiendo finos trajes, exhibiendo lujosos relojes y comiendo los más exquisitos manjares mientras ella se encontraba en una absurda situación desesperada. Por primera vez, Liliana sintió aversión contra las personas que durante mucho tiempo había admirado. 

La joven se sintió entones presa de una sensación que sobrepasó su entendimiento. Una mezcla confusa entre amor y miedo se apoderaba de su cuerpo. El miedo de saber que su amado Ricardo estaba secuestrado, la necesidad de volver a verlo sano y salvo, la contundente solicitud de los secuestradores. La frágil sique de Liliana se quebró, y con un rápido movimiento tomó el cuello de uno de los empresarios que pasaba sonriente a su lado. No miró quien era, y no le importaba. Para estas alturas, la afectada mente de Liliana solo pensaba en salvar a su amado Ricardo, sin importar las consecuencias.

La confusión y los gritos se apoderaron del pasillo. De inmediato todos los guardias de seguridad se pusieron alerta, sacaron sus revólveres y apuntaron a la pobre muchacha que, con los cabellos revueltos y los ojos desorbitados no dejaba de hacer amenazas y gritar incoherencias. Liliana amenazaba al diplomático con una pluma de plata que el mismo Ricardo le había regalado para la víspera. Los guardaespaldas discutían rápidamente si asestarle un tiro en la cabeza a la afectada muchacha o abalanzarse sobre ella. Y justo en este instante, en este minúsculo instante de duda por parte de los cuerpos de seguridad, se escuchó en la puerta del recinto una explosión. En un abrir y cerrar de ojos la habitación se llenó de humo y de entre las sombras aparecieron una puñada de hombres encapuchados que llegaron matando de forma implacable tanto a guardaespaldas como a políticos. Se escuchaban ráfagas de metralla y desde la planta baja se oía cómo una horda de manifestantes empezaba a tomarse el edificio. El empresario, un patético joven de cabello castaño y ojos claros, lloriqueaba en los brazos tensos de Liliana, quien estupefacta observaba lo sucedido.


Cuando la masacre está prácticamente terminada, uno de los encapuchados suelta su rifle y se acerca a Liliana en actitud conciliadora. Éste intenta tranquilizarla, diciéndole con voz dulce que todo está bien, que no le va a pasar nada. La joven empieza a llorar y suelta al empresario, quien sale corriendo a tropezones por el pasillo. El encapuchado saca un revolver y le dispara varias veces hasta que cae muerto. Guarda su revólver y ahora se acerca más a Liliana, quien ya empieza a sentir que las fuerzas la abandonan. Entonces el encapuchado se quita la máscara y Liliana se desmaya. Es Ricardo, quien la toma entre sus brazos antes de que pierda la conciencia, y en medio del delirio le pide disculpas por todo lo sucedido, pero le dice que todo aquello había sido necesario para cumplir su sueño.  

lunes, 20 de marzo de 2017

AFECTO

La última persona que me dio afecto fue una desconocida que conocí en un aburrido recital de poesía. No entiendo cómo, no entiendo por qué. Durante la noche ella estuvo con dos amigos míos: a uno lo rechazó; con el otro anduvo abrazada hasta pasada la media noche. Cuando el alcohol moría y los gorriones empezaban a cantar, quienes quedábamos acordamos refugiarnos del frío de la madrugada en la casa de un amigo que vivía en los alrededores. Caminamos y charlamos. Para mí la noche ya había terminado y el balance era más bien positivo, sin haber sido una victoria: Por un lado había conversado cómodamente con una chica con la que siempre había querido hablar, por el otro intercambié algunos comentarios y miradas sugestivas con la amiga de un amigo. Para ser sincero, no son cosas que me pasen todos los días, ni mucho menos todas las veces que me embriago, así que me sentía satisfecho.

A pesar de que la casa a la que llegábamos era espaciosa, nuestro anfitrión nos hizo acomodarnos en el sillón de la sala. No me voy a quejar, cualquier cosa es mejor que pasar a la intemperie el frío de la madrugada. Eran alrededor de las 4 de la mañana del domingo y a la casa entrabamos seis personas, tres hombres y tres mujeres, contando al anfitrión. Luego de juguetear con el perro de la casa, un adorable ejemplar por cierto, apagamos las luces y nos acomodamos cuatro personas en el sillón. Yo quedé en uno de los extremos, la joven desconocida a mi lado, luego mi amigo, con quien había estado abrazada toda la noche y por último la chica con la que había charlado durante toda la noche. La otra chica se recostó en una silla y el anfitrión subió a su habitación. 

Nos recostamos como pudimos. Al principio intenté mantener mi distancia, siguiendo la idea de que lo que se comienza en una noche de borrachera se debe concretar en algún momento de la madrugada. No quería interferir con el levante de mi amigo. De hecho, sentía esa extraña combinación entre envidia y orgullo. Ella era preciosa, alta y esbelta, sin muchos senos pero con unas buenas nalgas de las que nacían sus largas piernas. Era de rasgos delicados, ojos grandes y nariz ligeramente redondeada, usaba unas enormes gafas de marco dorado que se quitaba por intervalos y tenía el pelo corto, como el de un niño, lo cual le daba un atractivo aire andrógino. Por lo demás era sumamente interesante, decía tener 25 años, dato del que aun desconfío. Había terminado Economía, no sé en qué prestigiosa universidad, y ahora se dedicaba a estudiar canto lirico. Durante toda la noche estuvo observando nuestro comportamiento, como un etnógrafo. Casi no habló, siempre  nos dejaba parlotear a nosotros… por eso yo le advertía constantemente que nosotros éramos una farsa, lo más deplorable de la cultura. Ella respondía con condescendencia y me decía que no me preocupara, que la estaba pasando bien. Eso me molestaba un poco y luego de un rato de silencio me sentía obligado a preguntarle algo o a irme corriendo hacía cualquier persona igual de patética a mí que quisiera charlar.

En fin, ella recostó su cabeza sobre el torso de mi amigo, y creo que la otra chica también estaba recostada sobre él, o el sobre ella. El caso es que después de un rato, no sé cómo, terminé recostando mi cabeza contra ella. Y peor aún, no sé cómo demonios terminamos tomados de la mano, en medio de la oscuridad, acariciándonos las palmas de las manos. Más sorprendente aun, ella tomó nuestras manos enganchadas y las puso en medio de sus piernas, un poco más arriba de sus rodillas, mientras que con la otra mano me acariciaba la cabeza. “Tienes un cabello muy suave” dijo mientras consentía mi cabeza. No sé qué respondí. Yo estaba embelesado, un poco cansado y aun afectado por el alcohol. Con mi mano empecé a juguetear entre sus piernas, acariciando sus rodillas juntas como si fueran una vagina imaginaria. La tela de su pantalón era aterciopelada y la piel de sus piernas era blanda y tibia.  Metía mis dedos, los sacaba y los giraba con suavidad en su entrepierna baja. Ella seguía acariciándome la cabeza. Por un momento pensé que esto era una especie de masturbación a distancia, cincuenta centímetros debajo de donde debería estar sucediendo o una meta-masturbación, una masturbación simbólica, un acto erótico y secreto, auspiciado por la oscuridad de la madrugada. Recostado en su regazo veía como su abdomen se contraía una y otra vez, rítmicamente. Tan complacido como frustrado pensaba que esta clase de cosas siempre suceden así, a medias, en momentos completamente inconvenientes, en presencia de un montón de gente que no debería estar allí.

Y luego empezó a amanecer. Una luz mortecina empezaba a entrar desde las tejas translucidas del patio. Sin el albergue de la oscuridad ya nada de este jugueteo tenía sentido. Saque mi mano, abracé un cojín y me quedé dormido.


A las siete y media el anfitrión nos despertó. Ya era hora de que nos fuéramos. Salimos algo aturdidos. Afuera el sol brillaba y sus rayos calentaban con tibieza. Seguimos caminando hasta la estación de bus más cercana. Charlamos y reímos todos un poco. Como yo vivo al otro extremo de la ciudad, tuve que coger un bus solo, así que me despedí de todos. Fue una despedida normal, como si en la madrugada no hubiera pasado nada. No le pregunté ni si quiera el nombre, simplemente me monté en mi bus y me fui. Nunca más la volví a ver. 

sábado, 18 de marzo de 2017

Hoy vi mi reflejo en el espejo

Hoy vi mi reflejo en el espejo y observe mis arrugas. Pensé con dolor en lo poco que había culiado.
Hoy vi mi reflejo en el espejo y encontré una cana. -¿Una cana a los 22?- dije, y medité incrédulo sobre la experiencia y la sabiduría.
Hoy vi mi reflejo en el espejo y no vi nada ¿No dicen los doctores que el espejo no es un signo?

Hoy vi mi reflejo una y mil veces en el espejo. En mis nudillos ensangrentados un montón de esquirlas. En mi mente, el vacío. 

domingo, 12 de marzo de 2017

ENAJENADO


Sedado con horas y horas de publicidad
suministrada por vía audiovisual
a través de la caja mágica
yo mismo soy el más claro ejemplo
de lo que significa
una vida alienada. 

jueves, 21 de julio de 2016

EL ARTE DE DARSE POR VENCIDO

Texto original en: http://dyske.com/paper/897

Una noche de invierno, uno de los amigos japoneses que conocí cuando tenía 20 años estaba tocando guitarra en la fiesta de navidad de su empresa. Él era un arquitecto 10 años mayor que yo. Antes de que decidiera estudiar arquitectura, él se estaba haciendo una vida como guitarrista en Japón. Aquella no era la primera vez que lo veía tocar, pero seguía sorprendido por lo bueno que era. Después de su presentación, le pregunté si no sentía pena por no haber seguido con su carrera musical. Él entonces compartió conmigo su confirmación de que la vida era un proceso de darse por vencido. En ese momento no pensé mucho en lo que dijo. Creo que recuerdo esto únicamente por su inusual revés a las creencias populares.  Sobre todo en esta tierra de sueños “darse por vencido” se ve casi como sacrilegio. El sustento de todo el mundo parece estar en ostentar grandes, aunque distantes sueños.  Para algunas personas, mientras más sueños, mejor. Entonces ¿Qué quería decir mi amigo cuando afirmó que la vida era un proceso de darse por vencido?

Ahora no solo lo entiendo, sino que yo mismo lo creo. Otra forma de decir lo mismo es que la vida es un proceso de dejar ir tu propio ego, o dejar ir aquello a lo que estas apegado. Contrario a lo que se podría asumir por la connotación de la expresión “darse por vencido”, esto se hace con el fin de disfrutar más de la vida. Por ejemplo, no puedes disfrutar del alcohol si estas enganchado a él (o si eres adicto). El goce de cualquier cosa requiere una cierta distancia. Cuando la idea del ego propio esta enganchada al objeto del placer, se pierde la capacidad de ver las cosas por lo que son. Creo que esto es en parte responsable del fenómeno llamado “el bloqueo del escritor”, en el que la identidad de “escritor” está tan enganchada al ego propio, que el miedo a perder esta identidad se vuelve más grande que el entusiasmo por escribir. Es por renunciar a la idea de ser un “escritor” que uno es capaz de ser un escritor y disfrutar siendo uno.  Esto es difícil de hacer, especialmente en un país donde la existencia propia está definida por la profesión. El miedo de no estar a la altura de la reputación de “El más grande escritor Estadounidense” fue probablemente lo que mato al escritor en Truman Capote, por ejemplo.

En este sentido, “darse por vencido” no es lo mismo que renunciar. Mi amigo seguía tocando la guitarra, solo que él no continuaba profesionalmente. La mayoría de alcohólicos no pueden disfrutar del alcohol con moderación, tienen que dejarlo por completo. De la misma forma, cuando estas apegado a algo, tus opciones están entre dejarlo por completo o depender de ello para toda la vida. De cualquier manera, no es agradable. También es común ver aspirantes a artistas, músicos y actores dejar por completo sus actividades una vez llegan a la conclusión de que nunca van a lograrlo. En ese punto, se vuelve evidente que la motivación detrás de sus propósitos creativos no era su pasión o entusiasmo, sino su apego a la idea de convertirse en alguien. O, también es posible, que cualquier entusiasmo que hayan tenido haya sido abrumado por el miedo a fallar. Irónicamente, creo que si puedes abandonar la idea de “lograrlo”, podrías tener un mayor chance de lograrlo. Si no se estuviera bajo la presión de las expectativas propias, se podría disfrutar más de las actividades, y por lo tanto producir una mejor obra.

La gran pregunta es: ¿Por qué desarrollamos apego a las cosas? Como Aldous Huxley dijo, la mayoría de seres humanos tenemos una capacidad casi infinita para dar las cosas por sentado. Desarrollamos apegos y ni si quiera lo sabemos. Solo cuando nos vemos amenazados por la falta o la perdida de las cosas, nos damos cuenta de lo apegados que estamos a ellas. Si perdemos nuestra vista, por ejemplo, algunos de nosotros podríamos considerar el suicidio; pero si pensamos objetivamente en la cantidad de personas ciegas que disfrutan de sus vidas, entonces parece tonto estar deprimido, incluso por ser ciego. Además ¿Por qué los animales no tienen el mismo problema? Un perro puede perder una pierna, y continuar viviendo tan feliz como antes. Tal perro obviamente tendría que luchar y sufrir las molestias, pero su espíritu no se vería afectado. Algunos animales como los elefantes aparentemente exhiben señales de depresión por la pérdida de sus amigos o parientes, pero la mayoría de animales abandonan a sus propias crías casi tan pronto como nacen y nunca las vuelven a ver. Ellos parecen no tener apegos, viven estrictamente en el momento presente.

Esto me lleva a creer que existe una razón evolutiva para nuestra tendencia a desarrollar apegos. Mientras más evolucionada es la especie, más apegos parece exhibir. Mientras más apegados estemos a nuestra propia vida, más fuerte será el deseo de sobrevivir. La selección natural, de esta forma, quizás favorece a aquellos humanos con egos fuertes. Los egos fuertes chocan y crean conflictos, pero estos choques de ideas y egos obligan a que mejores ideas salgan a flote. Las ideas mismas pasan por el proceso de selección natural. Sin egos y apegos, el sistema no podría funcionar, y nosotros como especie estaríamos menos equipados para sobrevivir.   

El Budismo Zen es un proceso de desprendimiento. Está tan preocupado por el apego, que desaconseja apegarse a la idea de desprendimiento, y puedo ver por qué; porque de hecho el apego tiene funciones positivas y útiles. En este sentido, Zen no es un proceso de desapego, sino simplemente la comprensión de lo que es accesorio.

A medida que envejecía y enfrentaba varios deterioros físicos, me vi forzado a estar en paz con la idea de darme por vencido en ciertas cosas de la vida. Posiblemente podría rehusarme a aceptar la idea de rendirme, e intentar correr 10 millas cada mañana, o gastar horas en el gimnasio, pero si mi motivación para conservar mi fuerza física es estar en negación, entonces a lo que realmente estoy renunciando es a tener el coraje para enfrentar la realidad. De nuevo, este apego a la fuerza física eventualmente extinguirá cualquier goce que pueda obtener al ejercitarme.

Tener un niño es una espada de doble filo en la que se puede acelerar este proceso de desapego, o bien fomentar un mayor apego al ego propio. Si vas a ver a tu propio hijo como una extensión de tu propio ego, estas inclinado a moldearlo en algo que tú quieres. Si tienes éxito con ello, tu hijo fortalecerá tu apego a tu propio ego. Por otro lado, si ves a tu hijo como otra persona con su propio ego, él te dará la oportunidad de observar objetivamente tu propio ego. En otras palabras, tu hijo se convierte en una útil herramienta para desprenderte de tu propio ego.

Cuando dices, “me sacrifico por mi hijo”, lo que realmente quieres decir es que estas dispuesto a hacer concesiones entre lo que quiere tu ego y lo que el ego de tu hijo quiere. En un mundo ideal, lo que desea tu ego coincide con lo que el ego de tu hijo quiere (Porque él es meramente una extensión de tu propio ego). Si no tienes esta expectativa, entonces no habría “sacrificio” ya que la diferencia sería exactamente lo que quieres, con el fin de alcanzar el desapego de tu propio ego.


Si mis observaciones son correctas, el desapego nos permite disfrutar la vida en su forma menos contaminada, pero el apego nos permite tener mejores chances para sobrevivir como especie. Parece que las fuerzas de la evolución actúan en contra de nuestro deseo de disfrutar la vida. Podría parecer irónico, pero la vida es solamente la interacción de dos fuerzas opuestas. 

martes, 26 de abril de 2016

NOSTALGIA

A Hope Harper

Ayer, navegando en internet
encontré una actriz porno con tus ojos
esos que tienen tanto de perra insaciable
como de dulce borreguita.

Y ella (tu) me decía entre suspiros
'I really missed your cock'
y yo la (te) veía,
enternecido y conmovido
con la verga palpitante
bien cogida entre las manos.

Aquella noche
me pajié con cariño,
como si te estuviera haciendo el amor
como si tu y ella
fueran la misma fiera.