lunes, 29 de septiembre de 2014

ORACIÓN DE LOS BOSTEZADORES

Luis Vidales

Dedicada a Leo Gris – Bostezador


Señor.
Estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a
sembrarle a la noche
un cosmos de globitos eléctricos.
Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?
Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
- Señor-
si no puedes complacernos
entonces
-Señor-
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las doce del día.
Amén. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

PENA CAPITAL

Gonzalo Arango

El sueño de mi vida nunca fue la belleza sino el poder,
Y no un poder cualquiera. ¡El Poder Absoluto!
No rendir cuentas a nadie, a nada, más que a la grandeza
misma.
Porque soy débil aborrecí la debilidad en los hombres y en
la historia, y sólo me rendí reverente ante las fuerzas
cósmicas de la naturaleza.
Sé que no alcanzaré el éxtasis ni legaré a coronarme en el
trono de los despotismos por culpa del santo temor que me
inculcaron y que me convirtió en sacristán de Dios,
mendigo de los fantásticos festines de la gloria.
No viviré bastante para la nostalgia del poder y las
lamentaciones del infortunio e crearme un destino a base
de amontonar palabras.
Soy cada día este cadáver que desaparece bajo un torrente
de babas, ruidos agónicos y destilaciones de una enfermedad
que sofoca al Monstruo de mi alma.
Perdido para este mundo y para Dios.
Mi vida es hoy una fortaleza saqueada, la sustancia
viscosa, hediente, que emana del cadáver de mi gran sueño
del Poder.
Me sobrevivo como una babosa en su repugnante
humeada, y todo se precipita para cubrirme de irrisión,
para que no aspire más esas ígneas fulguraciones donde
los elegidos han forjado su grandeza exterminadora, el
estremecimiento de los cielos.
Para vengarme de esta migaja de ignominia a la que he
sido condenado, ejerceré el terror, contagiaré la peste,
irradiaré mi enfermedad a todos los vientos desde el falso
trono de la poesía.
Aun más, disfrazaré mi piedad con la horrible máscara del
tirano y dictaré un decreto:

Yo
Gonzalo Arango
tirano del mundo
me sentencio a la
PENA CAPITAL
de pasar la vida
frente a una máquina de escribir
escribiendo
la palabra MIERDA
por los siglos de los siglos de los siglos. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Orinando en la 127

Las cosas son,
como dicen por ahí,
para aquél que las necesita.

Y yo,
como no veo nada reprochable
en tan práctica regla
obedezco
sin pensarlo dos veces.

Así que,
frente a la necesidad fisiológica
ante un mar de ácido úrico
no me queda más opción
que orinar en cualquier sitio.

He orinado en la 127.

No  es que no quisiera
o que me diera pena
tener que atravesar la calle
en dirección al caño
saltar el separador
darle la espalda a los concesionarios
a los hoteles
a las clínicas
a los apartamentos
y tener que buscar un árbol
sacar el chimbo
si, el chimbo
y relajar mi esfínter
para que saliera la orina
y se dirigiera
sin intermediarios
al hediondo caño
mientras la gente
con miradas disimuladas
murmuraba
por mi falta de cultura
o de cordura.

Y qué más da
si orino en un caño
en un árbol
o en un baño,
he orinado
sin pena ni gloria
en la 127.