jueves, 21 de julio de 2016

EL ARTE DE DARSE POR VENCIDO

Texto original en: http://dyske.com/paper/897

Una noche de invierno, uno de los amigos japoneses que conocí cuando tenía 20 años estaba tocando guitarra en la fiesta de navidad de su empresa. Él era un arquitecto 10 años mayor que yo. Antes de que decidiera estudiar arquitectura, él se estaba haciendo una vida como guitarrista en Japón. Aquella no era la primera vez que lo veía tocar, pero seguía sorprendido por lo bueno que era. Después de su presentación, le pregunté si no sentía pena por no haber seguido con su carrera musical. Él entonces compartió conmigo su confirmación de que la vida era un proceso de darse por vencido. En ese momento no pensé mucho en lo que dijo. Creo que recuerdo esto únicamente por su inusual revés a las creencias populares.  Sobre todo en esta tierra de sueños “darse por vencido” se ve casi como sacrilegio. El sustento de todo el mundo parece estar en ostentar grandes, aunque distantes sueños.  Para algunas personas, mientras más sueños, mejor. Entonces ¿Qué quería decir mi amigo cuando afirmó que la vida era un proceso de darse por vencido?

Ahora no solo lo entiendo, sino que yo mismo lo creo. Otra forma de decir lo mismo es que la vida es un proceso de dejar ir tu propio ego, o dejar ir aquello a lo que estas apegado. Contrario a lo que se podría asumir por la connotación de la expresión “darse por vencido”, esto se hace con el fin de disfrutar más de la vida. Por ejemplo, no puedes disfrutar del alcohol si estas enganchado a él (o si eres adicto). El goce de cualquier cosa requiere una cierta distancia. Cuando la idea del ego propio esta enganchada al objeto del placer, se pierde la capacidad de ver las cosas por lo que son. Creo que esto es en parte responsable del fenómeno llamado “el bloqueo del escritor”, en el que la identidad de “escritor” está tan enganchada al ego propio, que el miedo a perder esta identidad se vuelve más grande que el entusiasmo por escribir. Es por renunciar a la idea de ser un “escritor” que uno es capaz de ser un escritor y disfrutar siendo uno.  Esto es difícil de hacer, especialmente en un país donde la existencia propia está definida por la profesión. El miedo de no estar a la altura de la reputación de “El más grande escritor Estadounidense” fue probablemente lo que mato al escritor en Truman Capote, por ejemplo.

En este sentido, “darse por vencido” no es lo mismo que renunciar. Mi amigo seguía tocando la guitarra, solo que él no continuaba profesionalmente. La mayoría de alcohólicos no pueden disfrutar del alcohol con moderación, tienen que dejarlo por completo. De la misma forma, cuando estas apegado a algo, tus opciones están entre dejarlo por completo o depender de ello para toda la vida. De cualquier manera, no es agradable. También es común ver aspirantes a artistas, músicos y actores dejar por completo sus actividades una vez llegan a la conclusión de que nunca van a lograrlo. En ese punto, se vuelve evidente que la motivación detrás de sus propósitos creativos no era su pasión o entusiasmo, sino su apego a la idea de convertirse en alguien. O, también es posible, que cualquier entusiasmo que hayan tenido haya sido abrumado por el miedo a fallar. Irónicamente, creo que si puedes abandonar la idea de “lograrlo”, podrías tener un mayor chance de lograrlo. Si no se estuviera bajo la presión de las expectativas propias, se podría disfrutar más de las actividades, y por lo tanto producir una mejor obra.

La gran pregunta es: ¿Por qué desarrollamos apego a las cosas? Como Aldous Huxley dijo, la mayoría de seres humanos tenemos una capacidad casi infinita para dar las cosas por sentado. Desarrollamos apegos y ni si quiera lo sabemos. Solo cuando nos vemos amenazados por la falta o la perdida de las cosas, nos damos cuenta de lo apegados que estamos a ellas. Si perdemos nuestra vista, por ejemplo, algunos de nosotros podríamos considerar el suicidio; pero si pensamos objetivamente en la cantidad de personas ciegas que disfrutan de sus vidas, entonces parece tonto estar deprimido, incluso por ser ciego. Además ¿Por qué los animales no tienen el mismo problema? Un perro puede perder una pierna, y continuar viviendo tan feliz como antes. Tal perro obviamente tendría que luchar y sufrir las molestias, pero su espíritu no se vería afectado. Algunos animales como los elefantes aparentemente exhiben señales de depresión por la pérdida de sus amigos o parientes, pero la mayoría de animales abandonan a sus propias crías casi tan pronto como nacen y nunca las vuelven a ver. Ellos parecen no tener apegos, viven estrictamente en el momento presente.

Esto me lleva a creer que existe una razón evolutiva para nuestra tendencia a desarrollar apegos. Mientras más evolucionada es la especie, más apegos parece exhibir. Mientras más apegados estemos a nuestra propia vida, más fuerte será el deseo de sobrevivir. La selección natural, de esta forma, quizás favorece a aquellos humanos con egos fuertes. Los egos fuertes chocan y crean conflictos, pero estos choques de ideas y egos obligan a que mejores ideas salgan a flote. Las ideas mismas pasan por el proceso de selección natural. Sin egos y apegos, el sistema no podría funcionar, y nosotros como especie estaríamos menos equipados para sobrevivir.   

El Budismo Zen es un proceso de desprendimiento. Está tan preocupado por el apego, que desaconseja apegarse a la idea de desprendimiento, y puedo ver por qué; porque de hecho el apego tiene funciones positivas y útiles. En este sentido, Zen no es un proceso de desapego, sino simplemente la comprensión de lo que es accesorio.

A medida que envejecía y enfrentaba varios deterioros físicos, me vi forzado a estar en paz con la idea de darme por vencido en ciertas cosas de la vida. Posiblemente podría rehusarme a aceptar la idea de rendirme, e intentar correr 10 millas cada mañana, o gastar horas en el gimnasio, pero si mi motivación para conservar mi fuerza física es estar en negación, entonces a lo que realmente estoy renunciando es a tener el coraje para enfrentar la realidad. De nuevo, este apego a la fuerza física eventualmente extinguirá cualquier goce que pueda obtener al ejercitarme.

Tener un niño es una espada de doble filo en la que se puede acelerar este proceso de desapego, o bien fomentar un mayor apego al ego propio. Si vas a ver a tu propio hijo como una extensión de tu propio ego, estas inclinado a moldearlo en algo que tú quieres. Si tienes éxito con ello, tu hijo fortalecerá tu apego a tu propio ego. Por otro lado, si ves a tu hijo como otra persona con su propio ego, él te dará la oportunidad de observar objetivamente tu propio ego. En otras palabras, tu hijo se convierte en una útil herramienta para desprenderte de tu propio ego.

Cuando dices, “me sacrifico por mi hijo”, lo que realmente quieres decir es que estas dispuesto a hacer concesiones entre lo que quiere tu ego y lo que el ego de tu hijo quiere. En un mundo ideal, lo que desea tu ego coincide con lo que el ego de tu hijo quiere (Porque él es meramente una extensión de tu propio ego). Si no tienes esta expectativa, entonces no habría “sacrificio” ya que la diferencia sería exactamente lo que quieres, con el fin de alcanzar el desapego de tu propio ego.


Si mis observaciones son correctas, el desapego nos permite disfrutar la vida en su forma menos contaminada, pero el apego nos permite tener mejores chances para sobrevivir como especie. Parece que las fuerzas de la evolución actúan en contra de nuestro deseo de disfrutar la vida. Podría parecer irónico, pero la vida es solamente la interacción de dos fuerzas opuestas.